Dr. Moses D. Tendler
Tora y Ciencia

Judaismo y drogas

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IMPLICANCIAS ÉTICAS DE LA CULTURA DE LAS DROGAS

En los años pasados, los farmaceutas norteamericanos recibieron unos 250 millones de recetas médicas por drogas "para cambiar el estado de ánimo".

Se estima que un tercio de la población adulta toma estos productos. ¡Esta cifra es alarmante!, y debemos agregarle el amplio uso difundido de drogas que se compran sin prescripción médica para el tratamiento de "la tensión nerviosa, dolores de cabeza, dolores de estómago nerviosos, etc."

Muchos esquemas de comportamiento humano considerados anteriormente como variables normales a los estímulos del medio ambiente fueron redefinidos por la industria farmacéutica conjuntamente con la medicina como problemas que requieren de tratamiento médico. Recomiendan así poderosas drogas psicoactivas para mitigar la ansiedad en aquellos que acaban de salir de la universidad y se encuentran en un ambiente nuevo; para ayudar a los recién casados a adaptarse en sus relaciones interpersonales; para paliar el dolor de aquellos que han sufrido una gran pérdida; o para calmar las ansiedades y tensiones que experimentan los niños cuando se cambian de barrio.

El uso masivo de drogas para tratar enfermedades no patológicas es un fenómeno mundial. El hombre moderno, quien ha cortado el lazo que lo unía a la tradición bíblica judía, acude a la farmacopea como un substituto de la Biblia y sigue meticulosamente los imperativos de la fisiología y bioquímica de las células nerviosas en una triste parodia de la ética Kántiana. Es en realidad inquietante pensar que esta fe de la sociedad en que sus problemas de madurez personal y social se solucionan con substancias químicas pueda facilitar la experimentación inicial de drogas ilegales. Años de prácticas han instilado un reflejo condicionado que se caracteriza por acudir a la medicina al primer síntoma de stress o molestia psicológica. Esto fue además reforzado por una sofisticada campaña de venta para introducir elementos que les dieran status y aceptabilidad entre sus semejantes, incluyendo el uso de drogas ilegales.

El culto a las drogas que vemos actualmente a nuestro alrededor no es sino una consecuencia esperada de estas prácticas.

Sin duda, existe un gran abismo entre un hipocondríaco tranquilizado, vigorizado y neutralizado y un adicto a la heroína o LSD cuyo cuerpo y alma están devastados por la droga. Sin embargo, basta muy poco para que aquellos que hayan dejado sus estudios y anden vagando sin rumbo o tengan espíritu aventurero crucen el "puente" para estar al otro lado. Este "puente" que une ambas "riberas" vincula a los miembros respetados de la sociedad con sus oponentes anarquistas y antisociales. Existen opiniones controvertidas sobre la naturaleza del hombre. ¿Qué es esta criatura? ¿Quién es el hombre? ¿Es acaso el punto culminante de la creación, "vestido de gloria y dignidad", de un valor incalculable, como nos lo enseña el sistema ético finamente elaborado por el cual se han regido las sociedades judías durante 3300 años?¿O es acaso el resultado evolutivo de mutaciones aleatorias, cuyo sentido de destino se limita a las exigencias de su propio ego? ¿No es acaso un animal entre los animales, quien por naturaleza perseguirá una existencia basada en el egoísmo hedonista? Si esta última definición fuese la correcta, entonces sería lógico que el hombre pudiese libremente "pegarse un tiro, abandonar todo y vagar sin rumbo, rehusar comprometerse, volarse, etc.", si esas actividades le permitiesen satisfacer sus necesidades en ese momento.

¡Dejemos entonces que otros, con conceptos diferentes de lo significa el interés propio, asuman la maravillosa responsabilidad del mundo para ganarse su lugar en un mundo de cosas vivas!

¿Cuál es el punto de vista ético de la Tora al respecto? Este se expresa en el lenguaje de la Halajá (Ley Judía). Para aquel judío que se siente arraigado en las tradiciones históricas de su pueblo, la Halajá es el desarrollo final de la Ley natural de D's para las sociedades humanas. En términos legalistas guía e instruye, ayudándose también en tres milenios de experimentación en ciencias conductuales. La Halajá habla del carácter único del hombre, se preocupa de sus necesidades animales y de sus anhelos como ser humano. Por lo tanto, existe un sistema de valores por el cual el judío debe regirse y que es válido cualesquiera sean las circunstancias imperantes. El análisis de la Halajá revela cuatro áreas distintas:

1) El problema de la motivación y búsqueda de una meta.
2) Drogas: substancias nocivas.
3) Cuestión moral de la disciplina de la ley secular.
4) Asociación en grupos e identificación en el desarrollo de una personalidad ética.


1) El problema de la motivación y búsqueda de una meta

¿Por qué recurrir a drogas psicoactivas? Esto se debe principalmente a un deseo de evadir realidades difíciles de aceptar. ¿Es esto moralmente justificable? Dentro del sistema ético de la Tora, el librarse del stress no es un bien absoluto. El evitar la ansiedad, el temor, o el dominio de una autoridad superior se considera frecuentemente como una decadencia moral del hombre o su descenso a los niveles más bajos de sus pasiones animales. El hombre se diferencia de las especies infrahumanas porque se le otorgó una "imagen de D's" al recibir la inteligencia divina, que se manifiesta en nuestra capacidad de razonamiento. D's nos dio además la posibilidad de una libre elección, o libre voluntad. El hombre tiene plena libertad para decidir sobre su aceptación y cumplimiento de las responsabilidades que tiene como única criatura que fue dotada de una verdadera inteligencia. Toda circunstancia, tanto interna como externa, que inhiba esta libre elección limitará su libertad e influirá en su rol humano en las sociedades del mundo.

Debe luchar por su libertad. Los ataques son evidentes y se perciben fácilmente. Tanto la inquisición como las leyes antisemitas, los sistemas de cuotas, por mencionar algunos, son enemigos conocidos. Pero son aún más graves aquellos ataques contra nuestra libertad como seres humanos que provengan de nosotros mismos. El hombre puede caer dentro de redes de acostumbramiento nocivos sin darse cuenta de ello; y cuando lo hace puede llegar a ser demasiado tarde. El organismo ético humano posee un sistema de advertencia prematuro que indica la cercanía de algún enemigo. La ansiedad, sentimientos de culpa y de vergüenza son mecanismos defensivos que protegen la moral del hombre. Cuando su ego desenfrenado le causa una aflicción que amenaza su alma y es insensible al valor incalculable de un amigo o vecino, o incluso a la preservación de su propio núcleo familiar, estos mecanismos de defensa dan al hombre la energía que requiere para corregir su conducta. Es un verdadero suicidio ético neutralizar estos sistemas de advertencia tragándose una cápsula, fumándose un cigarrillo o paliando el ardor de nuestra alma con alcohol. Y entonces el que reacciona, el que está descontento, el que trate de buscar, investigar, si escucha "el canto de sirena" de esta cultura de las drogas, se convertirá en una pobre caricatura de esta noble criatura hecha a imagen de D's, al estar bajo la influencia de drogas por distintos períodos de tiempo.

Algunos de los teólogos de este culto a las drogas sostiene que el uso de ciertos poderosos agentes psicoactivos tiene un propósito constructivo.

Afirman que buscan un nuevo conocimiento de D's y de la personalidad humana. Quieren lograr una receptividad intensa de los innumerables estímulos que chocan dentro de su conciencia. Sostienen incluso haber experimentado nuevos sentimientos religiosos bajo la influencia de las drogas. Estas afirmaciones son sin duda un fenómeno psicológico, algo "ya visto". Pasamos por períodos históricos en que este tipo de aseveración produjo gran destrucción dentro de la nación judía. Hace recordar al estudioso de la Biblia el "extraño fuego" que preocupó a los nobles y grandiosos hijos de Aharón y que llevó a su destrucción. Con ello los historiadores rememoran la falsa piedad del supuesto mesías Shabbetai Tzví, pues la degradación de su cuerpo y alma fue racionalizada en un intento por experimentar "las chispas de la santidad" y liberar al alma reclusa dentro de nuestro cuerpo, y sirve para revitalizar el universo que nos rodea. Todas esas nuevas experiencias religiosas sólo probaron ser síntomas de una aberración mental y de una degradación espiritual. Si el hombre debe pasar por "nuevas" experiencias religiosas, no puede justificar esas pérdidas de tiempo y energía en investigaciones espaciales metafísicas hasta no haber profundizado con éxito en su propia naturaleza y poseer un mejor dominio del espacio terrenal de su alma.

2) Drogas: substancias nocivas

El hombre no es dueño de su cuerpo. Es sólo el cuidador de su alma y de su cuerpo. Por ello, su deber es protegerlos de las influencias nocivas de su ambiente. Aunque el suicidio es un crimen "sin víctima" debe ser considerado como un asesinato. Se prohíbe al hombre hacerse daño a si mismo.

La Ley bíblica, la Tora, no permite al ser humano poner su vida en peligro a menos que sea para resguardarla o para evitar un daño mayor. Por lo tanto, lo efectos físicos de las drogas adictivas o psicoactivas tienen un componente ético. Tanto las normas higiénicas como prácticas para una buena salud son imperativos éticos. El hecho incontestable de que el uso de LSD u otras drogas pesadas, la sobredosis de bebidas alcohólicas hasta llegar a un alcoholismo crónico agudo o la inhalación excesiva de humo de tabaco daña ciertamente alguno de nuestros órganos o más y esto basta para censurar estas conductas tanto desde un punto de vista ético como moral.

Nuestra Halajá reconoce formalmente la omnipresencia de substancias nocivas o situaciones potencialmente peligrosas, (ver Talmud Shabbat 129b). Es sin duda peligroso trabajar en construcción de puentes, minas de plata y carbón o con maquinaria de alta velocidad. Por su puesto, es más seguro estar sentado en casa que cruzar vías con mucho tránsito. Sin embargo, el atravesar una calle no se considera un tema ético que requiera de un examen de conciencia previo. El sistema de la Tora diferencia las distintas actividades humanas según la aceptación social, necesidad económica y grado de productividad. Quizás el uso de drogas no sea más peligroso que actividades en que se está constantemente en peligro, pero este hábito se origina en tendencias antisociales, no productivas y nihilistas del hombre. Por ende, no tiene justificación moral y está prohibido desde un punto de vista ético.

3) Cuestión moral del acatamiento a la ley secular

La vida judía se rige por un sistema legal único. Este abarca tanto asuntos civiles y seculares como aspectos religiosos concernientes al servicio del Templo y rituales judíos. Es decir, significa que no hay ningún asunto exclusivamente secular. Todos tienen ciertos matices religiosos que requieren de una evaluación de acuerdo a las normas morales y éticas de la Tora. Sin embargo, se ordena al judío respetar los sistemas legales de los países en que resida. Este es un imperativo ético. El código legal secular norteamericano establece que el uso o posesión de drogas varias transgrede la ley. Por ello, el judío tiene la obligación religiosa de acatar esta la ley. Además, nosotros debemos sentirnos agradecidos para con los gobiernos que poseen el principio de "Libertad de Culto" por la seguridad que nos otorgan como ciudadanos para fomentar el crecimiento y maduración de la comunidad judía en estos países, donde hemos podido profundizar en el estudio de la Tora. Esto nos ha permitido formar una nueva generación de jóvenes dedicados a la Tora que seguirán nuestro estilo de vida, que es la antítesis del esquema seguido por los defensores de la cultura de las drogas.

4) Asociación en grupos e identificación en el desarrollo de una personalidad ética

El hombre es un animal social. No logra la madurez total hasta no interactuar con un grupo humano. En este juego de emociones, autosatisfacción e interacción con el medio en que se desenvuelve, el "toque final" dependerá de la naturaleza ética plástica con la cual el hombre fue genéticamente dotado. El judaísmo pone gran énfasis en una elección adecuada de amigos, vecinos y gente con la cual uno se asocia temporalmente, reconociendo así la importancia de esa maduración social.

Lo que es moralmente repugnante se toma cada vez menos desagradable al verlo repetidas veces. Con el tiempo se considera posible, luego se toma como algo moralmente inofensivo y finalmente como algo incluso deseable. Lo que es socialmente aceptable llegará a ser una conducta personal y hasta una ideología.

Para procurarse de drogas es necesario contactarse con los elementos moralmente degradados de la sociedad. Aunque estas substancias no fuesen una amenaza para la salud ni transgredieran las leyes del país, sería moralmente inaceptable interactuar socialmente con aquellos que controlan la venta de drogas. Puede que la marihuana no sea más dañina que el alcohol, la nicotina o el tabaco, pero el mismo hecho de procurársela conlleva grandes peligros éticos. La ética de la Tora admite una "teoría del dominó" sobre la conducta ética. Una transgresión desencadena otra.

La única defensa poderosa contra una conducta inmoral es un análisis meticuloso de componentes eventualmente inmorales de cada nueva situación. Una moralidad selectiva o relativa sólo oculta una visión amoral de las obligaciones y responsabilidades del hombre. Un análisis profundo obliga al individuo a abstenerse de reclamar su inmunidad personal, en un momento en que la sociedad entera está siendo devastada por una epidemia que aviva y destruye a la vez el alma colectiva de nuestra comunidad. Todos debemos preocupamos de apoyar las medidas preventivas y curativas. La controversia que ha surgido de si drogas livianas llevan a drogas pesadas es sólo un asunto de interés académico.

Se ha comprobado que la mayoría de los usuarios de drogas pesadas han acudido previamente a drogas livianas. Por ende, ambos tipos de droga son un peligro para nuestra sociedad y deben considerarse como cualquier otro elemento antagónico en nuestra comunidad.

Debemos recalcar la relación existente entre las bebidas alcohólicas y las fiestas judías. En muchos estudios se ha hecho notar la baja incidencia de alcoholismo entre los judíos que llevan una vida ortodoxa. De hecho, el lugar que ocupan estas bebidas en la vida judía tradicional en comparación a su "posición social" en la sociedad secular puede servir para respaldar las diferencias ideológicas fundamentales entre ambos estilos de vida. "El vino regocija el corazón del hombre". Según los principios de la Tora, el vino agrega una nota ceremoniosa y ritual que permite hacer de una comida algo más elevado que una simple necesidad fisiológica o acto humano de comer. Este tiene un propósito especial: permite al hombre funcionar como el modelo de la creación de D's. Es comer "a la mesa de D's", compartir (en lo posible) con D's, es nuestra responsabilidad por este mundo complejo en que vivimos.

El no darse cuenta de esta noble función de toda actividad física humana es considerada por nuestros Sabios como un acto de idolatría. El concepto básico del judaísmo es un monoteísmo absoluto, que no acepta ningún tipo de dicotomía. Sólo se utiliza la distinción entre cuerpo y alma, ciencia y religión, lo sagrado y lo secular para fines de clasificación pedagógicos. No tiene validez en nuestro sistema ético. Por lo tanto, nuestra ley judía asocia comida y bebida con una multitud de leyes y obligaciones rituales que se inculcan a los niños desde pequeños. Cuando el hombre se distancia de este rito no fisiológico y comparte sus necesidades alimenticias con el resto del mundo biótico, es censurado por nuestros Sabios. Tanto el hijo pródigo, el alcohólico o el glotón no han cumplido con sus obligaciones para con sus semejantes y han deshonrado sus condición humana.

Queda aún mucho por decir sobre este tema de las drogas en nuestra Tora. Es primordial explicárselo claramente a nuestros jóvenes antes de que su mente esté tan dañada que la verdad no logre estimular sus fibras nerviosas "éticas". Deben evaluar estos principios y considerarlos como una alternativa. Nuestra experiencia histórica nos permite afirmar con mucho optimismo que una vez hecha esta evaluación, el estilo de vida de la Tora será elegido como el único válido para el hombre.

 

Extraído de la revista "El Kolel" con autorización de sus editores