Adaptación Rav Gabriel Guiber
La Hoja

La Hoja Nueva -Vaerá

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PODEMOS DESCENDER ¿CON HASHEM? 

“...porque se llenó de sangre toda la tierra de egipto”

(Shemot 7,21)

El Or Hajaim Hakadosh explica que había una gran novedad en la plaga de la sangre. Normalmente, en todos los hechos en los que interviene la magia o la brujería, un cambio de lugar, anula el hecho. Pero con la sangre, vemos que, también cuando se lleva de un lugar a otro, sigue siendo la misma sangre.

Estudiamos, que la palabra de Hashem, se mantiene por siempre, en todo tiempo y en todo lugar. Y también en el momento en que el hombre desciende espiritualmente y se aleja de Hashem, Hashem nos salve, de todas formas, Hakadosh Baruj Hu se encuentra a su lado para ayudarlo siempre, como está escrito: “con él estaré Yo en su sufrimiento”.

En América, acostumbran salir hacia las montañas durante el verano. Y también, los judíos observantes hacen lo mismo, para alejarse del humo tan contaminado de las ciudades. Pero, sucede que cuando el jefe de la familia trabaja, no puede abandonar por un tiempo tan prolongado su lugar de trabajo. Entonces, estaba aceptado que la madre viajara con los hijos a las montañas, y el padre quedara en la ciudad durante la semana, reuniéndose con la familia durante los fines de semana.

Nos ocuparemos ahora de un hombre que hizo así con su familia y él siguió en la ciudad con la rutina de su trabajo durante los seis días de la semana. Y ocurrió que quedando solo en su casa, y a causa de que su “Irat Shamaim”, su temor a Hashem, no era de lo mejor..., el “ietzer hara”, su instinto malo se apoderó de él y decidió ir a una de las funciones que ese día se hacían en el teatro municipal.

Ya había comprado el boleto para la función, pero al llegar al teatro, todavía faltaba algo más de una hora para el comienzo, y como en América no se acostumbra a desaprovechar el tiempo, el hombre buscó de qué forma hacer pasar su tiempo, y dio un paseo por los alrededores.

De pronto se encontró frente a la puerta del cementerio judío...

Entró, y caminó hasta un lugar donde había varias tumbas de personas que, en vida, habían sido muy justas. Decidió recitar un capítulo del Tehilim al lado del justo que estaba enterrado allí. Al acercarse vio que se trataba de la tumba del rab de Tzaelem, compró una “vela de recordación”, la encendió y comenzó a recitar el Tehilim.

Después de un rato, cuando vio que se acercaba la hora de la función, subió a su automóvil para regresar al teatro, pero, el motor no quería encenderse...

Intentó una y otra vez, pero el motor parecía no tener vida. Salió y trató de revisar el automóvil en uno y otro lugar, y no encontró ninguna falla aparente. De todas formas, el motor se rehusaba a arrancar.

Y pensando qué hacer se quedó dormido en el asiento del auto, tal vez cansado de tantos esfuerzos por hacerlo arrancar, tal vez por la frustración.

Y soñó, y en su sueño vio a un anciano, con una estampa firme, que se acerca a él y le dice: “querido, todo tiempo que la vela esté encendida sobre mi tumba, tú no irás a la función del teatro”...

Se despertó sobresaltado de su sueño, pero estaba seguro que su recuerdo del sueño eran solamente tonterías.

Intentó nuevamente hacer arrancar el auto, pero éste, a pesar de que era nuevo, no se hacía escuchar.

Otra vez se durmió, y en su sueño se presentó nuevamente el mismo anciano y le dijo: “todo tiempo que la vela esté encendida sobre mi tumba, tu no irás a la función”...

Otra vez se despertó con otro sobresalto, aunque esta vez ya pensaba que algo pasaba con su sueño. El hombre entró al cementerio y llegó hasta la tumba donde encendió la vela, allí, en el interior del monumento, encontró varias fotos del justo que estaba enterrado en ese lugar. Al ver las fotos casi se desmaya. Era el mismo anciano que se le había presentado en los dos sueños.

Desde luego que no asistió a la función del teatro, pero lo que ocurrió lo fortaleció tanto, hasta que se arrepintió completamente de lo que pensaba hacer.

 

Barji Nafshi.

 

 



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